miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo dos:

Cuando salimos del Burger King, le beso.
Hace frío.
Es noche cerrada.
Volvemos a casa, pero antes, decidimos parar en un Starbucks.
-¿Tú qué vas a pedir, Lorena?- Me pregunta Javier.
Es extraño oír mi nombre en su boca… Él siempre me llama de otro modo.
-Ni idea, lo mismo que te pidas tú, cariño.
Él sonríe.
Cuando está en la barra, pide dos cafés con leche.
Yo espero, apartada.
Miro mi reloj.
No es muy tarde para ser jueves, y no tener mañana clase.
En seguida nos sirven los cafés, y Javier paga.
Yo cojo el mío.
Está calentito.
Le doy un pequeño sorbo.
-¿Te gusta?- Me pregunta Javier.
-Claro.- Le respondo. Y es verdad. Aunque nunca antes había entrado en un Starbucks, el café está bastante rico.
Cuando volvemos a salir a la calle oscura madrileña, el frío ataca de nuevo.
Pero él me protege; me abraza con todas sus fuerzas.
Me encanta que lo haga como lo hace.
Es perfecto.
Sumamente perfecto.
Una noche de cuento, más perfecta aún.
He cenado genial, a su lado.

Caminamos durante unos quince minutos, hasta que llegamos a mi edificio.
Esta noche dormiremos juntos, como cada noche.
Aunque yo solamente tengo dieciséis años, mis padres me dejan dormir con él.
Sus padres no se extrañan mucho de que ya no ande tanto tiempo por casa, él es mayor que yo.
Tiene diecinueve años. Aunque aparenta menos.
En la edad les mentí a mis padres; les dije que tenía diecisiete.

Busco la llave en el bolsillo de la chaqueta que llevo puesta; la de Javier.
En seguida las encuentro.
Las saco del bolsillo, y abro la puerta.
Ambos pasamos.
Cuando la puerta se cierra, deja de hacer frío.

Subo un par de escalones hasta el ascensor, presiono el botón, y espero.
En seguida, las puertas se abren, y nos subimos en él.
Yo le beso, antes de que él presione el botón 16, que es la planta en la que vivo.
Mientras el ascensor nos eleva, continuamos con el beso.
Un sonido metálico indica que hemos llegado.
Y nos bajamos del ascensor.
En unos segundos, estamos dentro de casa.
-Ya estoy aquí.- Digo, sonriente.
Y entonces, recuerdo que mis padres están de viaje, y que los únicos que ahora están en casa son mi hermano pequeño Lucas, y su amiga Sandra.

Sonrío, y le beso en los labios.
Poco a poco, beso a beso, nos vamos acercando a mi cuarto.
Desde el marco de la puerta de mi habitación, lo empujo hasta mi cama.
Le beso en los labios apasionadamente.
Me tiro encima de él, y continuamos con el beso.
Le quito la camiseta, y él me la quita a mí.
No sé qué estoy haciendo, no sé si voy muy deprisa, y tampoco sé si es con él con quien debería de ir más despacio, pero lo hago.
Voy a mi ritmo.
Caricias y besos.
Más caricias descontroladas, y más besos apasionados.
No sé lo que estoy haciendo.
Y eso que no es mi primera vez.
Poco a poco, nos vamos quedando sin ropa.
Sus ojos azules me miran fijamente.
Y como era de esperar, hacemos el amor.
Para él tampoco es su primera vez.

En cambio, para mí si que lo es que me lo hagan sin preservativo.
Nos besamos, y gimo.
Siento placer, y tengo ganas de más, así que salto suavemente encima de él una y otra vez.
Él me besa en el cuello.
Llevamos un buen rato haciéndolo.
Yo vuelvo a besarle en los labios.
Y deseo que esta noche nunca acabe.
Y, sinceramente, nuestra historia de amor, sería perfecta si esta noche fuese eterna.
Pero no, todo lo bueno acaba cuando él se corre de placer, dentro de mí.

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