domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo nueve:

El tiempo pasa lentamente desde que él no está aquí.
¿A qué estamos ya?
Miro el calendario que hay colgado en una de las paredes de mi cuarto.
Hoy es viernes.
Viernes 12 de Enero del 2011.
Me tumbo en mi cama, boca arriba.
Me subo la camiseta a la altura del ombligo y miro mi tatuaje.
Si mis padres se enterasen de que llevo un tatuaje, me matarían.
Una J, bordada de tinta, negra.
Negra, como supongo que fueron las ropas que los familiares y amigos de Javier llevaron a su entierro.

Recuerdo perfectamente la última vez que vi a Javier.
Fue un par de días después de que me violase Mario.
Él vino a buscarme a mi casa para decirme que ahora sabía la verdad, y que Mario se las iba a pagar, y que íbamos a ir en ese momento a denunciarle.
Yo le dije que ya era tarde, y que, por favor, se fuese por donde había venido.
Él me besó en los labios fugazmente, y desapareció de mi vida, y también de la suya. Se suicidó tomándose un bote de pastillas para el corazón de su abuela.

Me enteré hace un par de días, y no me afectó mucho.
Hace mucho tiempo que nada me afecta.
Hace mucho tiempo que camino por la vida sin un corazón, sin sentimientos.
Hace mucho tiempo que, mi mayor pasatiempo es jugar con chicos.
Hace mucho tiempo que no soy yo, o, simplemente que he comenzado a serlo de verdad.


De pronto, a mi mente, llegan fragmentos de conversaciones de Javier y mías.
Aquella tarde, en aquella farmacia.
El día nueve de Diciembre del año pasado.


-Entra tú y pídelas, por favor. ¡Que a mí me da muchísima vergüenza!

Le pedí que entrase él a pedirme la píldora del día después.
Él me besó en los labios, y entremos juntos, cogidos de la mano, y yo misma le pedí a la farmacéutica la píldora.

Una lágrima cae desde mis ojos a la almohada.
¿A quién quiero engañar?
No he dejado de llorar desde que él me dejó.
Desde aquel día en que le grité que se fuese, y él me besó en los labios, e hizo lo que le había pedido.

Y sí, he dejado de juntarme con Noelia y Marina. Y ahora, ando perdida por el mundo, sin el apoyo de ellas. Y con un grupo de chicos y chicas con los que no termino de encajar.
Entre ellos están el cabrón de Mario, y también Hugo, un chico que desde la muerte de Javier, me trata fenomenal.
Marta también está.
Y creo que, a momentos, reemplazo a Noelia, la que un día fue mi mejor amiga por Valentina, la novia de Hugo.

Antes de ti, no, yo no creía en Romeos, Julietas muriendo de amor.
Esos dramas no me robaban la calma.
Pero la historia cambió,
Pero ésta historia me cambió.
                         
Dicen que se sabe si un amor es verdadero
Cuando duele tanto como dientes en el alma.
Dicen que lo nuestro es tan solo pasajero
Pero ¿Qué sabe la gente lo que siento cuando callan?

Mi teléfono está sonando.
Suena igual que sonaba cuando Javier no paraba de llamarme, para disculparse, antes de venir a mi casa.
Lo cojo de la mesilla, y miro la pantalla.
Hugo.
Los nervios se me acumulan en el estómago.
¿Le respondo, o hago como si no estuviese?
Opto por lo segundo.
La canción de Malú llega a su fin, y la llamada se corta.
Y yo, continúo llorando.
Según Malú, se sabe si un amor es verdadero cuando duele tanto como dientes en el alma.
Pues éste debe de serlo, aunque, hoy por hoy, éste amor es irreal. Sigo enamorada de alguien que ya no existe.
Sí, un amor irreal.
Suena como el título de una novela.
De pronto, me viene una frase a la mente.

Te amo, Javier. Y no quiero que lo olvides.

Supongo que ahora, estando en medio de ninguna parte, lo habrá olvidado.

Le sigo amando, como el primer día.

Antes de ti, no, yo no creía en Romeos, Julietas muriendo de amor.
Esos dramas no me robaban la calma.
Pero la historia cambió,
Pero ésta historia me cambió.
                         
Dicen que se sabe si un amor es verdadero
Cuando duele tanto como dientes en el alma.
Dicen que lo nuestro es tan solo pasajero
Pero ¿Qué sabe la gente lo que siento cuando callan?

Mi móvil está sonando.
Es Hugo.
Ésta vez, decido responder.
El pulso se me acelera.

-¿Sí?- Respondo.
Hugo es el único chico al que no considero mi juguete.
El resto; Mario y Lucas sí que lo son, y juego con ellos cuando me aburro.
Mario, al menos, se lo tiene bien merecido.

De pronto, a mi mente, viene la violación.
Sí, él me violó.
Pero da igual, no pienso denunciarle.
Lo que sí que me gusta es amenazarle con contarle lo que pasó aquella noche, en su casa de Toledo a Marta, su novia.
Me gusta que siempre haga lo que yo quiero.

-Paso a recogerte en media hora, y nos vamos a algún lugar de por aquí a tomarnos algo, ¿Vale?

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