martes, 6 de diciembre de 2011

Capítulo uno:

Y aquí estoy yo.
Con él.
Con ese chico que me ama.
Con ese chico que me apoya.
Con ese chico que me hace tan feliz que parece que, simplemente, a su lado, pueda tocar el cielo con la palma entera de la mano, y no con la yema de los dedos.
No, con Javier las cosas no son como con Mario.
Mario apenas conseguía que lo rozase con la punta de las uñas, y en el caso de que lo consiguiese, era para después bajarme hasta tierra firme, y hacerme sentir que no valía nada.
Pero esa historia acabó hace mucho, y aunque yo no quiero creer que él es feliz sin mi, no puedo resignarme a ello.
Se suponía que lo nuestro era para siempre.
Aunque yo no me puedo quejar; hace un par de meses que salí adelante, y hoy, ocho de Diciembre, hace un mes que comenzó una nueva etapa de mi vida. Una etapa que no quiero que acabe nunca.
Y, aunque hemos cortado muchas veces por mis inseguridades, siempre acabamos arreglándolo.

Llevo su chaqueta puesta para protegerme del frío.
Hemos salido a cenar a un Burger King.
Y estamos a punto de entrar.
Él se adelanta, y me abre la puerta.
Yo entro en el Burger King sonriente.
Javier es un sol.
Me protege, me mima, y me ama.
¿Qué más se puede pedir?
Nos sentamos a una mesa.
Él y yo nos miramos.
Le amo tanto, que cuando lo siento tan cerca, tengo miedo de que se aleje.

-¿Qué vas a pedir?- Me pregunta.
-Un menú Diverking.
-¡Qué infantil que eres!- Bromea Javier, sacándome la lengua.
-¡No lo soy! Es que no tengo mucha hambre, cariño.
-Sabes que lo eres, cariño… Pero me encanta que lo seas, enana.- Tras decirme esto, me besa.
Nos besamos.
Es precioso.
De pronto, abro los ojos, y lo veo a él, tan perdido en ese beso.
Al cabo de unos segundos, nos separamos.
-Te amo, boba.- Me susurra.
-Y yo, bobo.- Le susurro.
Y se va, directo a la cola, para pedir nuestra cena.
Y yo, lo observo.
Sonrío.
Tiene un culo precioso.                    
Entonces, caigo en la cuenta de quién acaba de entrar.
Intento que no me vea.
No tengo ganas de saludarle.
Se suponía que no nos volveríamos a ver.
Se suponía que él se fue a Nueva York.
Se suponía que él jamás volvería a Madrid.
Pero no, ahí está él.
Con ella.
Observo cómo él pasa al interior sin sostenerle la puerta.
Y observo cómo los ojos que un día me enamoraron, inspeccionan el local.
Sus ojos azules mar se mueven ágilmente aquí y allá.
Y entonces, se detienen en una mesa gris, y en una chica preciosa que está sentada esperando a que su novio vuelva con su menú. Yo.
Tengo el corazón en un puño cuando él comienza a caminar hacia donde yo estoy.
Mario ha cambiado mucho en ese par de meses, aunque sigue igual de guapo.
Tiene esa sonrisa que me enloquecía.
Su acompañante va detrás de él.
Cuando llega a donde yo estoy, me da dos besos en las mejillas.
-¿Te acuerdas de mí?- Pregunta.
Yo, tartamudeo un poco.
-Cla… Claro.
Él sonríe.
-Bueno, y esta es Marta… Mi novia.- La presenta el chico.
Nos damos dos besos.
Marta es una chica rubia, de ojos marrones.
De piel blanquecina, y tiene unas cuantas pecas en las mejillas.
Yo sonrío para no parecer maleducada, aunque lo único que me apetece ahora es que la tierra me trague.
Entonces, veo acercarse a Javier.
Me levanto para ayudarle con la bandeja.
Él tiene cara de asombro.
No le apetecía ver en un momento como ése al que fue su mejor amigo hace tan solo dos meses.
-¡Javier!- Grita Mario al verle, y le sonríe.
Javier deja la bandeja encima de la mesa, y se estrechan las manos.
-¡Cómo has cambiado!- Grita Mario.
Siempre tan escandaloso.
-Pero si solo me he dejado el pelo más largo.
-Pues te queda muy bien, chico. Yo me apunté al gimnasio hace un par de meses, ¿Se nota, no?
Por el rabillo del ojo, miro a Marta.
-Se nota, se nota.
Mario ríe a carcajadas.
-Bueno, nosotros vamos a buscar un sitio, nos vemos, parejita.- Indica Mario, gritando.
-Adiós.- Decimos al unísono Javier y yo, y sonreímos.
Los dos se alejan.
Y yo, miro cómo Marta coge del culo a Mario.

Entonces, acerco la caja que contiene mi hamburguesa, y la abro.
Comienzo a morderla.
Está deliciosa.
Mientras, Javier me observa.
Yo le miro, extrañada, mientras mastico.
-¿Está buena?- Pregunta.
-Mucho.- Respondo.
Y ambos sonreímos sin saber por qué.

Él comienza a comerse su hamburguesa.
Nos miramos a los ojos por un instante.
Le amo, y no quiero que él lo olvide.

2 comentarios:

  1. Me encanta :D Por favor avisa en la pagina de Ellas de montena cuando subas el otro que lo quiero leer (es que si no se me olvida mirar en las paginas y de verdad que quiero saber que pasa) te sigo. Bss

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  2. me ha encantado!! y estoy de acuerdo con sofia avisa cuando subas que yo lo leo vamos jajjaja

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